lunes, 9 de julio de 2012

CUENTO: ¿CÓMO PASÓ?


CAPITULO 1:

EL PRINCIPIO DE MIS ANTIGUOS MALES.









Estoy tratando de entender todavía cómo rayos perdí a Mike.

No, no era una buena relación cuando nos separamos, pero, ¿que mas daba?, los dos nos habíamos acostumbrado el uno al otro, y pudimos haber seguido así por siempre, yo cuidando de la casa y los niños, y el trayendo el dinero y haciendo lo que él decía que hacía, al fin y al cabo ¿qué importaba?, si cada quien cumplía con su parte.
Ahora el está con Milena, y yo me veo obligada a estar en los brazos de Robert.

No me interesa que esté con Milena, si me importara significaría que todavía estoy enamorada de él, y de eso hace mucho que no, ¿quién puede estar enamorada de un hombre que no te valora?

Además, si él siguiera amándome, o mostrándome algo de interés como en un principio, a lo mejor yo no lo hubiera engañado con Gabe, hace ya unos cuantos años atrás, y quizás mi perspectiva de nuestro matrimonio no hubiera cambiado.

Al principio todo era maravillosa, nos enamoramos perdidamente el uno del otro.

Nos casamos.

 Nuestra boda fue la más comentada por todos nuestros amigos y parientes, aun después de un par de años de haber ocurrido, todo mundo decía que éramos la pareja ideal.

Al cabo de uno tiempo nos compenetramos, al principio no fue fácil, ¿y quién lo logra adaptarse al cambio de soltero a casado desde un comienzo?

Sin embargo el amor que nos teníamos logro que nos acopláramos porque sabíamos que esto que sentíamos era lo más maravilloso del mundo. Me  dedicaba a la casa y a él enteramente, procuraba guardar hasta el mas mínimo centavo, y le daba gusto en todo lo que él quisiera, y cuando digo en todo, me refiero a todo.

El por su parte siempre estaba a mi disposición, me alagaba en todos los sentidos, nos íbamos de paseo cada vez que podíamos con lo que ambos ahorrabamos. El estaba al pendiente de la mínima cosa que me ocurría.
Luego vinieron los hijos, y las cosas comenzaron a cambiar. Yo me casé porque quería tener hijos al lado de un hombre estupendo, y ese era Mike, bueno, atento, detallista, con una carrera y futuro prometedor. Y allí estaba yo, reina del festival de mi pueblo a los 17 años, modelo en tiempo libre, miembro de una familia muy conservadora, y con muchas ilusiones acerca de mi matrimonio.

Quería formar un hogar perfecto, tal como el de mis padres y mis abuelos, y qué matrimonio es perfecto sin hijos. Yo pensé que el también lo deseaba tanto o más que yo. Cada vez que le tocaba el tema, el se mostraba animado. Yo siempre los llamaba por su nombre, incluso sabia la cantidad, dos, un varón y una niña, la parejita. El varón se llamaría igual a Mike, y la niña se llamaría Sarah Andrea, como mi abuela.

Y cuando supe que estaba embarazada de Miky mi vida giraba alrededor de él.  Desde un inicio me volví loca comprando ropa para su primer añito, pasaba horas buscando los muebles adecuados para su habitación, compré mil y un libros sobre cómo educar niños, me suscribí a toda clase de páginas web que hacían referencia a que hacer durante cada mes del embarazo. No existía nada más en mi vida que mi bebe.

Pero Mike no lo veía así. Yo lo notaba un poco evasivo cuando le tocaba algún nuevo tema de los libros que leía, pero el solamente le preocupaba que hoy no había lavado su camisa favorita, esa que le daba suerte para los negocios importantes, o que no le hiciera la cena y lo mandara a prepararse un emparedado, o que no le comprara su marca de cereal predilecto. Era como si no notara que el hecho más importante de mi vida estaba ocurriendo en ese preciso momento.

Yo no alcanzaba entenderlo, después de todo el era el padre de mi bebe, debería sentirlo igual que yo lo hacía. Pero no era así, lo notaba distante. Es más el pretendía que nuestra vida fuera igual, que me mientras estuviera embarazada me levantara de madrugada para prepararle el desayuno, que siguiera cocinando la comida con ajo, a pesar de que no soportaba el olor, que limpiara las repisas mas altas de la cocina, cuando no podía por mi estado. Era increíble su falta de consideración hacia mí.

Nada de eso desanimo mis ansias de que mi bebe naciera, y cuando llegó Miky, fue el día mas feliz de mi vida. Incluso Mike estaba que desbordaba de alegría. Estuvo presente en el parto, tomando todo en video, anunciando la llegada de mí bebe en las redes sociales.

Era como un niño con juguete nuevo. Por la casa desfilaron todos sus compañeros de trabajo, e incluso varios de sus clientes, todos trayendo regalos para nuestro hermoso hijo y felicitándonos por los sano y fuerte que lucia. No faltó un solo fin de semana al parque local, para llevar a nuestro hijo de paseo por los senderos, en donde nos encontrábamos a todos nuestros amigos y conocidos. Procuraba comprarle los regalos más caros en las tiendas, a pesar de que Miky no podría usarlo sino hasta un par de años después.

Pero a la hora de despertarse de madrugada para consolar a Miky, pues claro, esa era mi labor. No importaba si me la pasaba todo el día limpiando, lavando, haciendo las compras y encargándome de mi bebé, esa era mi labor, según me lo recalcó en varias ocasiones “yo me encargo de traer el dinero a casa y tú te encargas del hogar, ese era el trato”, era lo que me repetía una y otra vez.

Y en ese momento no podía argumentarle absolutamente nada, así fue como lo planteamos desde un principio, no importaba cuando nos costara, cada quien se encargaría de su parte del matrimonio. Claro que cuando dijimos esto ninguno de los dos sabía a ciencia cierta de qué se trataba este compromiso, o por lo menos yo, a quien su madre todavía se encargaba de lavarle la ropa justo el día anterior a mi matrimonio. Supongo que pensé que como mi madre jamás se quejó, o jamás en mi presencia al menos, esto de ser “ama de casa” era la cosa más sencilla del mundo. Siempre pensé que iba a ser el “ama”, no la “esclava”.

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