martes, 24 de julio de 2012

PADRES CRUELES




El día de ayer me tocó ser testigo de una de las historias que me han conmovido en mi vida, y no lo digo solamente porque lo que tuve que leer acerca del pasado del chico del que a continuación relataré, sino además por las razones que lo llevaron a tener que contar toda su vida.
Yo estaba en el Tribunal Electoral investigando referente a mis propios antepasados, de los cuales creía, habían sido tan crueles como negligentes, cuando se me acercó una joven a solicitarme el favor de que le leyera un acta de un chico que no tendría algo más de veintes años, que no sabía leer ni escribir, situación que me extrañó completamente, porque este muchacho residía en la ciudad de Panamá, donde es obligatoria la escuela primaria, al igual que en el resto del país, y en donde existe una escuela pública en cada esquina.
Al iniciar la lectura, me entero que el joven no conocía a ninguno de sus padres, que le habían dicho el nombre de su padre, pero que de su madre no sabía ni el nombre ni donde residía. Que él se había criado con una señora que tenía cinco hijos, la cual decía era su tía paterna, y quien residía en uno de los barrios más pobres de la ciudad capital.
No había ido a la escuela porque ninguno de sus padres lo inscribió en el registro público de su pueblo natal, del cual le habían dicho era uno que se encuentra en el corazón del Darién, que es una de las provincias menos desarrolladas de Panamá.  Fue traído de aquel lugar desde los dos años de edad, y desde entonces no había vuelto a aquel sitio.
Se ganaba la vida con un señor que lo empleó en el Mercado de Abasto de la Ciudad de Panamá, como cargador de mercancía. Su padre, a pesar de que este chico vivía con su hermana, jamás se tomó la molestia de hacer contacto con él, y le habían contado que era colombiano.
Esta historia me desgarró el alma, no solamente porque hizo volar mi imaginación, pensando en todas las veces que este muchacho pudo haber sido timado por no conocer lo básico, leer, escribir y hacer cuentas, sino por la innumerable cantidad de veces que debe haber sido llevado en una patrulla por no poseer papeles, ya que por ser parte de uno de los barrios más bajos de Panamá, y además con la atenuante de ser un chico de raza afroantillana, que no había aprendido siquiera a tener buena expresión y dicción en su manera de hablar, ha debido desde hace mucho ser víctima del acoso de las autoridades, no por lo que haya hecho, sino por su imagen en general.
Pero lo que más me entristeció de todo esto era el motivo que lo llevó a hacer todo ese papeleo. Quería ir a reconocer a su hija recién nacida.
Me conmovió porque no quería que la misma negligencia y crueldad que se cometió con él, no se efectuara con sus hijos. Este muchacho no tenia escuela, no sabía leer ni escribir, ni mucho menos podía considerarse un gran letrado ni mucho menos, y vivió con toda clase de privaciones, no solamente porque vivía en una casa con cinco chicos y chicas que no eran sus hermanos, sino que le faltó sentir el amor de sus verdaderos padres, que Dios los perdone, pero había algo que si tenía, consciencia.

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