Hace aproximadamente un año me encontraba
en la terminal de transporte en Albrook (si conoces Panamá sabes dónde queda,
pero si no, solo basta con decir que es el lugar donde convergen todos los
buses de la capital), esperando a que mi hermana saliera del cajero automático,
y, mientras lo hacía, me dedicaba a leer, por segunda o tercera vez, no recuerdo,
uno de mis libros favorito. En ese momento se me acerca un señor que también
estaba haciendo fila para sacar dinero del cajero; era alto, blanco, de unos
cincuenta, con bigotes tipo Hitler, y pinta de haber despertado con resaca, que
tuvo la osadía de acercárseme con la intensión de tener cierta plática conmigo.
Se me acercó mas de lo debido, invadiendo mi espacio personal, y comenzó a preguntarme si estaba en la fila
para el dispensador de dinero, a lo que le contesté, cortantemente, que no, luego
me preguntó si estaba esperando a alguien, le dije secamente que si, al rato me
abordó con otra pregunta, referente a si era de la capital, esta vez, luego de
contestarle que sí, me aparté un poco, pero para mi desgracia, mi nueva ubicación
tenía poca luz, por lo que procuré darme cierto tiempo para colocarme cerca de
este señor, quien consideró mi acción como un nuevo incentivo para acercarse.
Me habló de que él era del interior del país, que estaba allí por no me acuerdo
qué, etcétera, etcétera, etcétera. Al final, y luego de mis “si”, “no” y “aja”,
le dio por ver que estaba leyendo, y al notar que mi libro era negro, me
termino preguntando si yo era “de la religión”, refiriéndose a si yo era evangélica,
y yo con cierta risa irónica le dije que no, que estaba leyendo un libro de
vampiros. Luego de esto el señor vio que estaba vestida de negro, y asumiendo
que era punk o algo así, se alejó de mí.
Hago esta anécdota porque tiene varias
connotaciones que me parece debo hacer énfasis. Primero, este señor, estaba con
resaca, producto de quién sabe qué borrachera del día anterior, lo cual no es
malo hago constar, pues yo he tenido varias, más bien muchas, y quién no a mi
edad. Las recuerdo en muy buen plan, pues las pasé todas con mis amigos o con
familiares. Todas y cada una de ellas. De hecho, últimamente no he tenido
muchas debido a que he perdido el contacto con muchos de mis amigos. Pero si
tengo la oportunidad de tomar socialmente lo hago. Me gusta beber, socialmente.
Pero el punto es que mucha gente bebe por beber,
y es lo que se conoce como alcoholismo, que es muy común en este país. Tenemos una
alta tasa de alcoholismo a nivel latinoamericano, y una de las razones es
porque mucha gente encuentra en la bebida el refugio para eludir los problemas.
Yo también lo he hecho, pero esas son etapas que se superan, si encuentras la
manera de sobreponerte y salir adelante. Otra gente simplemente piensa que es
la única manera de divertirse, puesto a que si no “te arrancas” una vez por
semana al menos, que es el vocablo utilizado en Panamá para salir a fiestas y
bailes, no estás en nada. Algo de lo más alejado a la realidad.
El segundo punto a mencionar es que este señor
pretendía flirtear conmigo en semejante estado. Sí, he tenido varios “levantes”
de discoteca (a ver, ¿Quién es el santo?),con hombres en el mismo grado etílico que yo,
pero creo que mi actitud en frente del cajero no era precisamente mi mejor
movimiento de “levante”, podríamos decir. Creo que este señor, igual que muchos
otros en mi país hizo la ecuación: “mujer sola = levante seguro”, lo cual me
pone a mí, igual que a muchas otras, como que solamente servimos para una cosa
nada más. Triste pero cierto, considerando que de la población universitaria en
Panamá la relación de graduación Hombre : Mujer es de 1:2. ¡Si hay más mujeres
graduadas que hombres! De hecho en los matrimonios actuales las mujeres son las
universitarias, mientras que los hombres son los de menor salario.
Por último, aunque creo que podría
extenderme, hago alusión a la especulación realizada por el señor de que mi
libro negro era una biblia.
La foto del inicio de este artículo es Jane
Eyre de Charlotte Brontë, libro que no he encontrado en Panamá en español, y
solamente se encuentra en una librería, otro hecho triste. Este libro es un clásico,
y no lo traen aquí sencillamente porque en Panamá muy poca gente lee. Alguno de
los libros que tengo en casa son comprados por Internet, porque simplemente no
hay muchas librerías, y las pocas que hay no tienen muchos libros que sean de
paranormal, que son los que usualmente leo. Cualquiera que viera mi casa diría que
soy una “come libros”, y puede que lo sea, pero no encuentro otra manera de hacer
volar mi imaginación como lo hacen los libros, y es frustrante cuando tienes
sagas que no puedes continuar, no porque los autores no hayan publicado la
secuela, sino que no ha llegado, o no llegará al país. Te toca pedirlo por internet.
En Panamá a la gente no le gusta leer.
Cuando he hecho la pregunta, la respuesta más plausible que he encontrado es “Si,
yo leo el periódico todos los días”, y cuando veo los periódicos que menciona
son los que tienen por titulares, “Lo mataron de siete tiros”, o “Apuñalado
enfrente de su casa”, y por supuesto, la clásica chica semi en cueros en la última
página.
Concluyo este manifiesto diciendo que si
este señor el día anterior se hubiera puesto a leer, aunque sea la biblia (¡que
bastante le hace falta!), no me hubiera abordado en la terminal primero, porque se hubiese dado
cuenta de que no me encontraba en la cantina, segundo, porque a lo mejor tendría
más respeto por las mujeres en general, y tercero, se hubiera dado cuenta de
que estaba entretenida (¡Si, los libros entretienen!), por lo cual hubiera
respetado mi espacio y mi derecho a hacer lo que me da la gana con mi tiempo.
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