miércoles, 31 de julio de 2013

El Mal de Candy Candy, III Parte

Como dije antes, uno de los puntos más controversiales, y que ha generado hasta páginas webs y blogs alrededor del mundo, es la frustración por el final de la serie, todo debido a la disputa de sus autoras.
Mucho se ha dicho referente a con quién debió haberse quedado Candy, y podría decir que el 99% de las fans hubiera adorado que Candy se quedase con Terry, y no con la “aparecida” de Susana Marlowe, quien no tenía nada que ver con la historia. Sin embargo, viendo la historia ahora de adulta, y si no la hubiese visto de niña, me quedaría con Albert.
Recientemente, me puse a buscar en internet, pues una de las autoras, Keiko Nagita, sacó una serie de novelas referente a la serie, y resulta ser que en el último libro, Candy ya tiene pareja, pero no menciona su nombre, simplemente le da el nombre de “Anohito“,  que se traduce como “esa persona”. Si, la incógnita continúa.
Y, mientras traducen las novelas al español, que espero que sea pronto, me puse a buscar las cualidades más destacables para “un buen partido”, que vendría siendo lo que toda mujer de la época estaría buscando para compartir su vida. Las puse en una lista y a continuación, califiqué tanto a Terry como a Albert. Quiero manifestar de que, a pesar de que yo misma hice la lista, sigo teniendo sentimientos encontrados, pues me gustan ambos para Candy.

A continuación se las presento:


miércoles, 24 de julio de 2013

El mal de Candy Candy, II Parte



Creo que una de las partes más controversiales de la serie Candy Candy, siempre ha sido su final, pues siempre quedó muy abierto, en donde Candy conoce a su padre adoptivo, después de haber perdido a su gran amor, y vuelve a la colina de Pony para descansar.
He encontrado numerosas páginas web y blogs dedicados a esta serie, e incluso, algunas películas subidas a you tube, donde le dan innumerables interpretaciones, por ejemplo, que Susana Marlow muere y Terry busca a Candy para casarse con ella y tener dos hijos.
En este sentido, pienso que la historia sugiere que al final Candy se queda con Albert, pero es un final tan fuerte para niños, que simplemente lo omitieron. Lo baso en que el propio Albert le propone a Candy antes de irse, que sean mucho mas amigos, además de la profunda relación que crece entre ellos, y la dependencia que se crea entre los dos luego de la ruptura de Candy con Terry, y de la admiración que Albert siente por Candy, a pesar de que no la recuerda.
Este final seria muy parecido a la historia de Papaíto Piernas Largas, de Jean Webster publicada en 1912; en donde la protagonista, Jerusha Abbot, queda perdidamente enamorada de su protector, Jervis Pedlenton, a quien, igual que Candy con Albert, Jerusha no conoce. Similar que Candy, Jerusha sufre mucho en su niñez, y tiene un benefactor misterioso, quien le paga la universidad.
A diferencia del concepto general, y después de meditarlo un poco, dejaría la historia tal y como está. Decir que Candy ya no iba a sufrir más, que sería feliz al lado de su gran amor Terry, que tendría muchos hijos, sería una gran falacia; seria como quitarle parte de la esencia del personaje, o, ¿alguien se atrevería a decir que Candy dejaría su vida de aventuras y amor desinteresado para los demás, para dedicarse a ser una millonaria sedentaria, o una maestra de orfanato, o madre y esposa abnegada?
Quiero creer que aprovecharía su condición de Ardley para ayudar a los que más la necesitaban, como la gran enfermera que era. Si se casaba o no era muy pronto para decirlo, pues debía tener unos 17 años cuando finalizó la serie, lo que en mi concepto diría que era muy joven para ello, sin embargo en aquella época, era algo normal.
Quiero creer que la tía abuela Elroy, luego de darse cuenta todos los cuidados que Candy le prodigó a Albert mientras estuvo enfermo, se disculpó con ella y fue una de sus preferidas. También me gustaría pensar que Eliza se casó con un magnate millonario que se la llevó lejos, que la hizo muy feliz y la hizo olvidar toda esa amargura en la que vivía. Y que Niel también se encontró a otro magnate millonario, del cual se enamoró perdidamente, sacándolo finalmente del closet.
No puedo pensar en la suerte de Terry, quizás se casó con Susana, quizás Susana se mató finalmente, a lo mejor hizo como dijo y se fue a Londres y cumplió sus deberes como futuro Duke de Grandchester. Habría que preguntarle a la autora esto. Lo cierto es que no me lo imagino como pareja de Candy.

A fin de cuentas, la vida es el cúmulo de experiencias vividas, y estas no terminan en un punto determinado, sino que duran mientras nuestra existencia permanezca en este mundo.

El mal de Candy Candy, I Parte



Recientemente estuve conversando con mis compañeros de trabajo, los cuales son españoles, acerca de series infantiles de televisión que marcaron la vida de muchos chicos. Surgieron nombres como Marco, Heidy, Remi, y llegamos a la conclusión de que la historia que ha impactado a millones de infantes a lo largo de todos los tiempos, y que además ha sido un fenómeno televisivo a lo largo de toda Latinoamérica, es sin duda Candy Candy. La niña huérfana que con su sonrisa y actitud positiva ante la vida, logra superar cada obstáculo en su camino.
La historia está basada, según investigué, en el personaje de Anne Shirley, de Anne de Green Gables, una serie de novelas escritas por Lucy Maud Montgomery, iniciando en 1908; serie de novelas que debo confesar, solamente vi la serie televisiva.
Creo que lo que más sobresalta en toda la historia es la fortaleza de espíritu de Candis White, quien fue encontrada un día de nieve en un orfanato, y que decide, desde muy pequeña, no ser adoptada, pero que tras la pérdida de su mejor amiga y de la visita de un misterioso príncipe, decide ir a la casa de la familia de los Leagan. Y allí comienzan sus aventuras.
La moraleja de toda la historia es que uno debe superar todo obstáculo en la vida, mostrarle la mejor sonrisa que tengamos, a pesar de que ella nos de la espalda y ser fiel a tus principios en todo momento, siendo nuestras acciones consecuentes con ellos.

Pero no es de la parte obvia de la serie de lo que me gustaría señalar, sino de todos los conceptos errados que podemos sacar en conclusión viéndola, puesto que son tantos, que una persona de tierna edad puede crecer con estos, llegando a considerarlos como hechos de la vida. Hay que tener mucho cuidado y no confundirse, por lo que pienso que es mi obligación enumerarlos. A continuación algunos:
Ø  A la gente buena siempre le pasan cosas malas.
Ø  La gente mala tiene mucho dinero.
Ø  Se puede pasar llorando 115 capítulos completos.
Ø  A la gente buena le encanta vivir sufriendo.
Ø  Entre más te digan que no llores, mas debes llorar.
Ø  La gente que dice que no llora, es la que más lo hace.
Ø  Si eres buena y huérfana, todo el mundo querrá adoptarte.
Ø  Si eres buena y huérfana, todo el mundo se enamorará de ti.
Ø  Te puedes salir con la tuya si eres mala.
Ø  La gente buena es ingenua y tonta.
Ø  La gente buena es torpe.
Ø  La gente buena intercede siempre por los malvados.
Ø  La gente mala vive para hacerle la vida de cuadritos a la gente buena.
Ø  La gente buena siempre se mete en lo que no le importa.
Ø  Los chicos que cultivan rosas se mueren.
Ø  Los chicos guapos, caballerosos y de buena familia te abandonan.
Ø  Con el primer beso se recibe la primera cachetada.
Ø  Si te enamoras de alguien, te pueden mandar a México.
Ø  Si te enamoras de alguien, te pueden expulsar del colegio.
Ø  Las maletas duran toda la vida.
Ø  Las maletas son mágicas, les cabe todo un ropero.
Ø  Si eres bueno, toda la gente con problemas se te acercará para que las ayudes.
Ø  Todos los hombres son llorones.
Ø  Le puedes romper el corazón a tu mascota.
Ø  El rosado cae con todo.
Ø  Tus enemigas se enamoraran de tus novios.
Ø  Tus amigas te quitarán tus pretendientes.
Ø  Las mejores amigas son egoístas, envidiosas y cobardes.
Ø  Al final, tus novios se quedaran con una perfecta desconocida.
Ø  Los tipos que más te odian te pedirán matrimonio.
Ø  Al final, el mejor partido resulta ser tu padre adoptivo.
Ø  Al final, tu primer amor resulta ser tu padre adoptivo.
Ø  Los enfermos pueden vivir eternamente en el hospital.
Ø  Si tu paciente millonario, al que cuidaste con tanto esmero, muere, te va a heredar su mascota.
Ø  Se puede subir a todos los árboles con los zapatos más incómodos que puedan existir.
Ø  Las madres biológicas son, o malvadas millonarias, o pobres bondadosas, o actrices divorciadas, o borrachas desobligadas, o prófugas asesinas.
Ø  Si rescatas a los malvados, se enamoran de ti.
Ø  Se puede vivir sola con un hombre guapo, siendo solamente amigos.
Ø  Si eres huérfano, debes ser adoptado para poder crecer, de lo contrario seguirás siendo niño el resto de la serie.
Ø  Tus mascotas pueden ser súper inteligentes, y te salvarán del peligro.

Si me ha faltado algún otro concepto errado, agradezco sus comentarios.

martes, 16 de julio de 2013

CUESTA ABAJO: Capitulo Dos.



Don Migo solo tenía un objetivo, pasar el resto de su vida compartiendo con su familia. No se le podía culpar, se la pasó la mayor parte de su existencia trabajando. Ahora solamente quería pasarla al lado de su mujer, sus hijos y sus nietos. Pero tenía un gran inconveniente, sus hijos y nietos se encontraban muy lejos, en otro país.
Es por ello que Don Migo, a pesar de estar gozando de las mieles de su jubilación aún trabajaba, bueno, se decía constantemente, si a eso se le podía llamar mieles,  pues a veces resultaba un poco amarga. Su pensión a penas cubría la tercera parte de lo que otrora fuera su salario. Y es que lo largo de su carrera, Don Migo ocupó varios cargos ejecutivos, subió la gran escalera laboral hasta la cúspide, incluso llegó a ocupar algunos cargos gubernamentales. Su hoja de vida era uno de las más laureadas dentro de la empresa donde laboraba, y, a pesar de todo, era querido y apreciado; y todo eso trajo como consecuencia grandes dividendos salariales.
Con ello logró cosas importantes, su casa estaba ubicada en el centro de la ciudad, con los más finos acabados. Sus hijos habían estudiado en los mejores colegios, y ambos lograron estudiar en el extranjero, donde consiguieron plazas de trabajo y se pudieron establecer.
Ahora Don Migo y su esposa tenían el nido vacío, y solamente ansiaban aquel viaje anual, donde toda la familia se reunía para realizar un paseo por varios lugares. Este viaje se planificaba casi desde que acababa el último y participaban todos los miembros del clan, su clan, desde la manera de transportarse, las paradas que harían, los lugares que visitarían, e incluso, las nietas más coquetas se encargaban de escoger el vestuario que llevarían. Era todo un acontecimiento. Don Migo vivía para este paseo.
– ¡Pero cómo se atrevió! – se escuchaba una voz en el cubículo de al lado.
– ¡Shhh!, ¡Te está escuchando! – decía otra voz entre susurros.
– Ok, Ok – respondía mas queda la primera voz – mejor vamos al comedor.
Las voces se acallaron, pero las siguieron ruidos de unos pasos que se acercaban a la puerta del gran salón, donde estaban los innumerables cubículos.
– Ehhh… hola Don Migo – decía Linda, la secretaria, o mejor dicho, la asistente administrativa. A su lado Marcia solamente levantó la vista para dedicarle una sonrisa tímida a Don Migo, a manera de saludo. Ambas se escabulleron rápidamente por la puerta, y por el gran ventanal se veía hacia donde se dirigían, hacia el lugar donde se cocinaban todo el cotilleo, el comedor.
Don Migo ignoró el episodio. Tenía cosas más importantes que hacer, sacar las pertenencias de su vieja cajeta y colocarlas en orden para organizar su nuevo cubículo.
Hace un par de meses gozaba de una oficina propia dentro da la división, una contigua al jefe del departamento. Ahora, al regresar de restablecer el orden en una de las sucursales más cercanas a la casa matriz, resultaba que su oficina se encontraba ocupada por quien ocupaba su antiguo puesto. “Hay que darle paso a los jóvenes”, se decía constantemente por toda respuesta a los constantes cuestionamientos de sus compañeros más cercanos.
Hubo un tiempo que esas cosas importaban, pero ya no.
No era la primera vez que esto le ocurría, hace siete años había pasado algo similar, justamente en la sucursal de la que ahora regresaba. Una persona, la misma que ahora ocupaba su oficina, intentaba despojarlo de su puesto como gerente.
Y lo logró.
Y ahora hacia lo mismo. Exactamente lo mismo.
Era del tipo de personas que no le importaba lo que hubiera que hacer con tal de lograr sus objetivos.
Y eso fue lo que hizo la primera vez. Buscó los secretos más escondidos dentro de la sucursal para dejar a Don Migo en evidencia. Poco a poco le fue restando autoridad delante del dueño de la empresa, quitándole poderes como la firma de contratos, los clientes más importantes, sus colabores más valiosos. Todas y cada una de sus funciones fueron eliminadas de su poder, hasta relegarlo al peor de los proyectos que en ese momento se desarrollaban. Al final aquella persona se quedó con su oficina y su puesto de trabajo.
Lo único que lo salvó aquella vez de ser despedido de la organización, fueron los lazos de amistad con la familia del dueño de la empresa, con su madre y su difunto padre, y el recordarle de vez en cuando a su superior, que Don Migo lo había cargado en sus rodillas cuando era un bebé.
Y eso era lo que lo mantenía aún en la compañía.
Solo los años de amistad y el recuerdo. El cariño inapreciable que se había ganado durante tanto tiempo, no solo con las grandes cabezas, sino por todo el mundo. Las glorias pasadas de cuando se erigía la compañía. Él, Don Migo, quien ahora ocupaba un pequeño cubículo dentro de un departamento de la empresa, había ganado mercados y hecho el nombre de la compañía, hasta convertirla, junto con unos pocos que ahora sobrevivían, en el gran estandarte que era ahora.
Resultaba que eso no era suficiente para algunos.
“¡Ahhh!”, se decía para sí de vez en cuando, “si me pagan lo mismo, qué tanto me importa dónde me siente, o cuáles sean mis funciones ahora”.
En el fondo no se sentía mal. “Le enseñé bien” pensaba, con un orgullo amargado. Después de todo, quien ocupaba su puesto ahora fue su aprendiz. Mucho de los conocimientos que ahora tenía en su experiencia laboral, Don Migo se los había traspasado. Pero no fue eso lo que le hizo subir, más bien fue lo que no le enseñó. La ambición desmedida combinada con un ligero deseo de venganza.
Sonó el timbre de su teléfono celular y lo contestó.
– Si mi amor, voy a llegar a casa antes de las doce, como me pediste – respondió antes de escuchar la voz al otro lado del auricular.
– Pero no es eso lo que te voy a decir – le indicó su mujer.
– No, bueno a ver, dime – le dijo, poniendo los ojos en blanco, mientras se le dibujaba una ligera sonrisa.
– Era para decirte que no trajeras nada del mandado, hoy vamos a comer fuera – fue su respuesta – luego me dejas en el centro comercial.
– Ok, ok cariño, a ver si esta vez te acuerdas de mí, y me compras aunque sea una gorra – contestó con una ligera carcajada.
– Ah, perfecto, así me ahorras el comprarte aquella camisa que pensaba buscarte – le dijo, también riéndose – es broma – aclaró – por favor, no tardes.
– Esta bien cielo – le dijo y luego colgó.
Ya llevaba la mitad de la caja vacía. “¿Y qué más da si termino esto ahora o más tarde?”, se preguntó, y era cierto, después de todo, tampoco es que sus nuevas funciones requirieran todo el día.
Tomó la caja, la colocó encima del escritorio de su pequeño cubículo, y la dejó allí entre abierta.
– Linda, debo salir un poco más temprano, dile a Salvador que demoro un poco – le dijo a la asistente.
– Sí, claro – le respondió, y acto seguido, tomó por la misma puerta por la que un instante atrás habrían regresado esta y Marcia.


viernes, 12 de julio de 2013

CUESTA ABAJO: Capitulo Uno.




– ¡Y lo quiero para mañana! – Le dijo, con el tono más déspota que le había escuchado en todos los años que tenía de conocerlo. Siempre había oído hablar a otras personas de la manera tan despiadada de tratar a sus empleados, incluso ella lo había experimentado en carne propia, pero jamás en la manera que lo hizo el día de hoy, como si fuera una novata que no conociera su trabajo, como si jamás le hubiese demostrado con hechos, lo eficiente y eficaz que resultaba en su desempeño, como si no la conociera – y cierra la puerta cuando salgas – le ordenó finalmente, luego, dirigió nuevamente la mirada al ordenador, como si, un minuto atrás, hubiera estado haciendo exactamente lo mismo.
Era decepcionante. Diez años de trabajo continuo, de incesantes esfuerzos y sacrificios por demostrar todo lo que valía, dejando tantas cosas atrás. Había tomado retos, horas de trabajo incansable por lograr sus metas. Había perdido un matrimonio, mientras desempeñaba su labor, incluso una vez tuvo que dejar a sus hijos al cuidado de otros, pues su trabajo le exigía cada vez más tiempo. Había resuelto todos los problemas y retos impuestos, todo en aras de dejar a la empresa en alto, pues creía en ella y en sus ideales.
Y ahora resultaba que era puesta a prueba, otra vez, pero como si fuera una total desconocida. Como si no hubieran pasado diez años desde la firma de su contrato.
– ¿Qué te dijo? – le preguntó Linda, la única amiga que le quedaba.
– Que tengo que sustentarle para el día de mañana mis funciones, a ver si amerita mantenerlo dentro de la organización – le respondió con un dejo de tristeza en su voz.
– ¿A ti también te están persiguiendo? – le preguntó mas para sí, que para ser respondida – pensé que solo nos pasaba a los de puestos inferiores, nunca a una alta ejecutiva como tú.
– Ya ves que nadie está seguro en su cargo actualmente – le contestó, pero no quiso continuar con la conversación, como era habitual en el departamento, y en la empresa en general, luego de que un acontecimiento como este ocurriera. Hoy no estaba de humor, sentía como el mundo se le venía encima. Había gente más importante con la que debía conversar, su familia y su nuevo esposo.
Pero, ¿cómo se los diría? ¿Con qué cara le comunicaría a su consorte, quien tenía un salario inferior al de ella, que su trabajo estaba puesto en la balanza, y que podía perderlo?
Respiró profundo.
“De seguro tengo de aquí hasta el final de la jornada, para que se me ocurra algo”, se dijo.
Decidió poner sus ideas en claro. Se sentó en su cubículo, de cara al ordenador, para enlistar todas sus funciones. Era molesto para ella tener que escribir algo que era obvio para todo el que trabajaba en la empresa, incluyendo a los clientes. ¿Qué debía poner en el aquel archivo? ¿Escribir todas y cada una de sus labores diarias, semanales y mensuales, o simplemente, encasillarlas en un solo reglón: “Encargada de vigilar la calidad del producto final de la empresa a nivel nacional”?
Era humillante, pero sabía que la labor estaba destinada a quebrantarle el espíritu.
Esa era la idea.
Y no se dejaría vencer.
No por una labor como esta.
La semana anterior le habían pedido que realizara un reto, escribir un manual instructivo para un nuevo proyecto. No era una labor inusual de su puesto, pero esta vez, querían que lo escribiera en francés, lengua que muy pocos dominaban en la empresa, acaso dos o tres. Pero la aceptó, y estaba en ello. Ya lo había escrito en su lengua madre, solo era cuestión de pasarlo una y otra vez por los traductores, de manera que siempre tuviera el mismo sentido en ambos idiomas. Esta no sería la causa de una mala calificación en su evaluación anual. Lo lograría sin mayor percance.
Pero con esta pequeñísima tarea, que le tiraba un balde de agua helada al rostro, despertándola de su sueño en su cama de laureles, la hacía sentir desnuda en un foro romano.
No dudó más. Puso los dedos encima del teclado y escribió.
“Tarea 1: Supervisión de los departamentos de calidad en las sucursales a lo largo del país”, colocó en el primer reglón. Le recordó sus inicios en la empresa, cuando era una novata y su diploma todavía tenía la tinta fresca. Ya se había casado y su primer hijo había nacido. Su primer esposo, técnico en preparación de alimentos, estaba desempleado y necesitaban desesperadamente una fuente de ingresos. Esta era una gran oportunidad para ella, pues entraba dentro de una de las organizaciones más importantes al servicio de su carrera. Era un sueño hecho realidad.
La paga era poca, pues a penas estaba en el primer peldaño, supervisora de pruebas de calidad. El trabajo era tedioso. Debía hacer las pruebas y darle interpretación. También debía ser la portadora de malas noticias a sus superiores, cuando se debía rechazar todo un lote de mercancía, pues no cumplía los estándares. A menudo tuvo muchos altercados con estos, pero su compromiso era con la empresa, no con sus jefes. Su departamento era el encargado de ofrecer un excelente producto a sus clientes, y si su jefe inmediato no estaba de acuerdo, debía hacerlo entrar en razón, o de lo contrario, hacer valer su puesto.
“Tarea 2: Realizar inspecciones mensuales a cada sucursal de la empresa”, era el siguiente punto dentro de sus funciones. A la mente le llegaron los recuerdos de cuando tuvo que emigrar al centro del país, teniendo que dejar atrás a su familia. Ya había nacido su segundo hijo, y su esposo veía con malos ojos aquel puesto.
Si, la paga era mejor, pero no le gustaba la idea de tener que cuidar él solo de los pequeños, y para ser sinceros, ella no confiaba en que el podría lograrlo. Había cierta dejadez en su marido que la hacía dudar.
Pero lo necesitaban.
Su consorte no tenía un trabajo estable, y ella había conseguido ascender a jefa del departamento de aquella sucursal. Sus meritos habían logrado que la subieran de puesto, y el no aceptar significaba perder una oportunidad de oro. Debía aceptar el reto, total, se decía a sí misma, no sería por mucho tiempo, solo hasta que su esposo encontrara algo mejor.
Pero, mientras recibía toda clase de elogios por su gran desempeño a nivel laboral, su familia se deterioró.
“Tarea 3: Velar por que se cumplan con todos los manuales instructivos, y el plan de pruebas establecido para cada sucursal”.
Y cuando su familia se vio cuesta abajo, no dudó en volver a su hogar. Pidió la renuncia, pero no se lo aceptaron. En su lugar, aquella persona de la cual le tocó hace poco salir de su despacho, había ido personalmente a ofrecerle una plaza de trabajo en una sucursal nueva. En un mercado totalmente inexplorado.
Otro nuevo reto en su carrera, y su familia estaría unida de nuevo.
La sucursal tuvo tanto auge, que las jornadas laborales se extendían a casi doce horas por día. Todos los días. Debían hacer pruebas a toda hora, y ella debía supervisarlas, por lo que, estando tan cerca de su hogar, resultaba que nunca veía a su familia despierta. Siempre salía de madrugada y regresaba a altas horas de la noche.
Su matrimonio se desmoronó. La palabra divorcio era tema de todos los días, y un buen día encontró una nota de su marido, puesta sobre uno de los magnetos del refrigerador, uno que su hijo menor había hecho para su tarea del jardín de niños. En ella se podía leer una sola línea “Espero que eso que has escogido, te dure para toda la vida”.
Las palabras ahora le pesaban como las cadenas de Jacob Marley, de Cuento de Navidad.
“Tarea 4: Supervisión de informes mensuales de control de la calidad del producto a los clientes”.
De todo esto, ya había pasado algún tiempo. Una vez en la capital, donde residían sus hijos, logró ser enviada a una sucursal menos extenuante, pero igual de exigente. Encontró el balance entre trabajo y familia. No descuidó ninguna de las dos cosas.
Pero a nivel personal se sentía sola.
Un buen día, en una de aquella tantas tardes de domingo en las cuales, ahora, solía pasar con sus hijos, para pasar la calidad de tiempo que su familia quería, su hijo menor se encontró a otro compañero de juegos, que lo había empujado por el tobogán “con muy malas intensiones”, decía con gran énfasis en sus palabras. Quería que su madre fuera hasta donde el padre de este, para que le admitiera su culpa y le pidiera perdón “por haber obrado tan mal”.
Ella, al escuchar la indignación de su vástago, procedió a hacer lo solicitado.
Fue amor a primera vista, recordaba. Aquel hombre era realmente guapo, pero no eran sus ojos azules, combinado con el color de su pelo negro azabache, lo que atrajo su mirada. Fue la manera de decir “mil perdones”, lo que hizo al mundo dar vueltas alrededor de ella.
De Ricardo, como le dijo al presentarse, emanaba un aura de paz que no sabía cómo explicar. Él le indicó que a veces su hijo se comportaba así, sobre todo después de la muerte de su madre, hace dos años.
Se casaron. No supo por qué motivo, si por la soledad de ambos, o simplemente porque encontraron la parte que les faltaba en el otro.
Estaba feliz y su hijos también.
“Tarea 5: Ser el enlace de calidad entre el cliente y la empresa”.
Y fue cuando le propusieron su puesto actual. Había otras opciones, personas que, al igual que ella, habían dado el todo por el todo por la compañía, pero ella fue la primera a la que se lo propusieron.
De eso hace dos años. La organización había conseguido reconocimientos gracias a su gestión. Los clientes recurrían a la empresa, debido a la imagen que ella daba de esta.
Y ahora esto.
Terminó su lista y la imprimió. La repasó y desarrolló en su mente cada argumento por tarea, lo que le dio valor.
Se sentía valiosa, no importaba qué pensaban los demás, incluyendo al dueño en persona. Sabía que si tenía que empezar de nuevo en otro lugar lo lograría.
No, la empresa no había creado lo que ella era ahora, si no cada logro que ella había conseguido para la empresa. La empresa era grande por gente como ella.

Decidió llamar a su esposo. Era momento de darle la noticia.

viernes, 5 de julio de 2013

El Primer Pecado


Se dice que el primer pecado fue el cometido por Eva al probar la manzana, y así querer ser como Dios. En realidad el primer pecado fue cometido mucho antes, cuando, por soberbia, se perdió una tercera parte de las huestes del cielo. La soberbia indujo a la envidia, y esta, a la desobediencia.

Carlos era el primer hijo de los Zamorano, un niño que desde muy temprana edad demostró ser especialmente despierto y vivaz, por lo que pronto se destacó entre los chicos de su edad, hecho que enorgullecía a su padre, pues estaba veía en su retoño, aquello que consideraba había heredado de su parte. El pequeñuelo le gustaba los deportes y era hábil con los números y las letras, sacando excelentes calificaciones y destacándose en todo aquello que así se disponía.
No tardó la familia en agrandarse, y cuatro años después de la llegada de Carlos, nació Ernesto, quien resultaba ser un poco reservado y tímido. No le gustaban los juegos muy violentos, y prefería quedarse horas meditando a solas. Así pues, mientras Carlos se destacaba en los estudios de su primera infancia, Ernesto era muy pequeño todavía para estar a los pasos de su hermano mayor. Carlos siempre demostró mucho cariño por su hermano, y procuraba ser el ejemplo para este.
Cuando Ernesto tuvo edad para hablar y razonar, que fue a una edad más temprana que la de Carlos, resulto ser un gran conversador, sobre todo con gente adulta, pues su elocuencia no era comprendida por niños de su edad. Todos se sorprendían por su manera de expresarse.
A Carlos esto no le molestó, pues seguía siendo el preferido de sus padres, pues a su madre, a pesar de que amaba a sus dos hijos por igual, le exasperaba la timidez exagerada de Ernesto, y su padre, quien también adoraba por igual a sus hijos, prefería la vivacidad de Carlos. El primogénito así, no se sentía amenazado con ser desplazado de su primer puesto, y vivía orgulloso del sitial preferencial del que gozaba.
Llegó pues, el tiempo en que Ernesto debía asistir al colegio, y para asombro de sus padres, resultó tener mejores notas que su hermano mayor. Era el preferido de los profesores, por lo cual se solicitó a sus padres determinar el grado de inteligencia del muchacho, y resultó ser mucho más inteligente que Carlos, lo cual trajo como consecuencia la admiración de su padre, pues consideraba que este tenía mucho mas marcados los rasgos de su herencia genética.
Pronto Carlos fue desplazado de la atención de su padre, quien giraba entorno a Ernesto, su ahora favorito. Y aunque las preferencias de este último a no gustarle los juegos ni los deportes, no habían cambiado, su padre consideró que no eran importantes en comparación con los grandes beneficios de ser un pequeño genio, como en el caso de Ernesto.
Carlos hizo todo lo posible porque su padre le prestase la misma atención de antaño, pero al no conseguirlo, comenzó a desarrollar envidia hacia su hermano menor.
Y la envidia se convirtió en odio.
Como el hermano mayor era su deber cuidar de su hermano menor, y asi Carlos procuraba hacerlo, ya que sabía que al no hacerlo, su padre lo reprendería, y él buscaba el amor de su padre, así que decidió hacer quedar mal a Ernesto. Cada vez que estaban a solas y este ultimo requería la ayuda de su hermano, este le decía “a mí nadie me ayudaba cuando yo tenía tu edad, yo no tenía hermanos mayores”, por lo que el chico se ingeniaba de la mejor manera en sus deberes, destacándose cada vez que se esforzaba, mucho más que Carlos a la edad de Ernesto, lo cual aumentaba el odio del hermano mayor.
Un buen día el padre de ambos chicos tuvo la necesidad de abandonar el hogar, pues escaseaba el trabajo. Debía mudarse a otro país, por lo que ambos chicos quedaron bajo el cuidado de su querida madre, que aunque adoraba a sus hijos, nunca entendió a Ernesto, llevándose mejor con Carlos, quien se convirtió en su mano derecha.
No tardó Carlos en aprovecharse de esta ventaja para manipular a su madre y ponerla en contra de su hermano. Este se volvió indispensable para su madre, y a cada decisión que esta tomaba, primero consultaba a Carlos, y este por su puesto ideaba decisiones beneficiosas para él, en perjuicio del pobre Ernesto.
Como tuvieron que cambiar a ambos niños de colegio, en su nueva escuela Ernesto ya no era el bien amado por los maestros. Su nueva escuela traía nuevos rivales de estudios, hijos de otros maestros, quienes estaban obligados a destacar en sus lecciones, aunque esto significase fracasar a todos los estudiantes, con tal de que estos tuviesen mejores notas. Y asi le ocurrió a Ernesto, quien estaba en el mismo curso que Alberto, hijo de la maestra de primer grado y mejor amiga de la maestra de Ernesto.
Y fue así que mientras en su primera escuela era alabado por la manera que tenia de declamar y expresarse, que en esta nueva casa de enseñanza, era humillado públicamente por no tener elocuencia. En su clase favorita, matemáticas, en la cual fue destacado y sobresaliente, resultaba que ahora solo sacaba notas apenas aceptables.
La madre de Ernesto era llamada a menudo por la maestra de este, para reprenderla por el poco interés de su hijo en sus calificaciones, y esta, en lugar de apoyar a su hijo, era mal influenciada por su otro vástago, Carlos, quien le decía que su hermano había perdido la ligereza de mente con los años, y que además se había convertido en un flojo en la escuela. Entonces su madre lo castigaba y reprendía.
Fue así como Ernesto comenzó a convertir en mas retraído de lo habitual. No procuraba muchas amistades en su nuevo colegio, pues era un mundo distinto al que estaba acostumbrado, y por ende, no entendía su manera de ser, de expresarse, de conversar. Tampoco la biblioteca, lugar favorito de Ernesto, era tan extensa como en su antigua escuela. Era objeto de burlas por parte de su hermano mayor, por lo que el joven, que de por si resultaba tímido y reservado, ahora resultaba mas retraído de lo usual.
Fue así como Carlos se convirtió en el centro de todo para su madre, y su palabra se convertía en ley para esta. También se aumentaba la brecha entre esta y su hijo menor, quien era relegado a todas aquellas labores a las que Carlos tenia a bien no hacer.
Un buen día Ernesto, ya con edad para tomar cuenta de sus propios actos, decidió separarse de la casa que tan triste le fue en su infancia. Se aventuro a vivir solo. Con esto aprendió muchas lecciones, sobre todos en sus inicios, pues al no estar bajo la sombra de su hermano, le tocaba destacar en la vida como el principal y el único. Inició sus estudios universitarios. Al principio le fue difícil porque se dejaba llevar por las ideas de otros, tal como era obligado a dejarse llevar por las ideas de Carlos en su niñez. Se dio cuenta que no todo el mundo tomaba buenas decisiones, así que decidió tomar el las suyas propias, de las cuales encontró que muchas eran buenas, y las que resultaban malas, procuraba aprender de ellas para no volver a ejecutarlas.
Como Carlos no influenciaba más su vida ni su entorno, comenzó a experimentar por sí mismo, y se daba cuenta de que podía tener aceptación de los demás, lo cual era bueno. Perdió mucha de su timidez, atreviéndose a tomar decisiones que podían cambiar el curso de su vida. Pronto se dio cuenta que podía ser fuerte y firme. Empezó a olvidar su timidez y cohibición. Llegó a ser una persona determinada, decidida y destacaba por ello. No le importaba si la gente lo aceptaba o no, daba por hecho que en un principio no lo harían, por lo que aprendió a utilizar el poder del convencimiento, lo cual fue un arte que poco a poco dominó.
Tenía las cualidades de un gran líder.
Un día Ernesto regresó al hogar de sus padres, quienes ya se habían unido, como la familia que eran, pues su padre había adquirido fortuna en el extranjero. Ahora, en su calidad de analista del comportamiento humano, pues esta es una de las cualidades que debe desarrollar un buen líder, se pudo dar cuenta de todos los males que aquejaban a su familia, todo por la mala influencia que resultaba su hermano Carlos. Este manejaba a su madre a su antojo, haciéndola cometer muchos errores.
Fue cuando Ernesto decidió intervenir en todo esto. A cada mala decisión tomada por Carlos, Ernesto procuraba indicarle a su madre acerca de los fallos de estos. Como la madre no le prestaba atención, se cumplía lo que Ernesto vaticinaba, y  en consecuencia un “te lo dije”, era pronunciado por la boca de este. Pronto su madre comenzaba a prestarle más atención a los consejos de su hijo menor.
Con respecto a su padre, quien nunca entendió la partida de Ernesto, seguía procurando sus cariños como antaño lo hiciera, encontrando en su hijo menor a una persona que sabia escucharlo, no como su primogénito, quien prefería ser escuchado.
Ernesto consiguió ganarse un sitial en la vida de su madre, como nunca antes lo había hecho, y con su padre, volvía a ocupar el que siempre tuvo. Esto para él resultaba satisfactorio, mas no motivo de vanidad, pues no estaba acostumbrada a ella, ya que, al creerse inferior durante la mayor parte de su vida, este sentimiento no hizo raíces en su corazón.
Con respecto a Carlos, al no tener ya el sitio al que estuvo acostumbrado en su casa, y al darse cuenta que ya no lo volvería a tener, se lo procuró en otras partes, pero como su primer sentimiento era ser superior, haciendo que todos los demás le hicieran reverencia, despertaba la antipatía de los demás, y por efecto, poco a poco se ganaba el odio de todos, por lo que sus planes no tenían frutos. Al ser una persona intrigosa, como estaba acostumbrado hacer con su madre, sus conspiraciones lo envolvían, ganando así enemigos donde quiera que fuera.

Mientras Ernesto se procuraba un puesto destacado donde quiera que iba, su hermano hacia exactamente lo contrario, generando odios a largo plazo.

De Sydney a Will.


Hace poco tuve el agrado de terminar de leer la serie completa de Infernal Devices, de Cassandra Clare, la cual es una de las tantas historia que la autora puede extraer del mundo de Casadores de Sombras.
En consecuencia a este libro, me vi obligada a leerme Historia de Dos Ciudades, de Charles Dickens, reconocidísimo novelista, cuyas obras han llamado a la reflexión de muchos, pues su crítica social es muy marcada. Este también es el caso de Historia de Dos Ciudades.
Imagino que, como yo y muchos, Cassandra Clare quedó impactada con la vida y andanzas de Sydney Carton, quien al final resultó el héroe de la novela por su auto sacrificio.
Tal fue su impacto que quiso encarnarlo en la vida de William Herondale, un chico con la misma concepción acerca de su persona, pues se consideraba maldito, y por demás decir, poco merecedor del afecto de nadie, pues pensaba que todo lo que el amara seria destruido.
Con Historia de Dos Ciudades, todos quedamos con la duda de saber por qué el motivo de aquella poca autoestima de Sydney, a sabiendas de que en toda la obra, demostró no solamente ser inteligente y un gran abogado, sino que era una persona capaz de amar mas allá de sí mismo, actitudes también demostradas por Will.
Con este último, podemos darle un sentido al motivo de sus desgracias erradamente concebidas, que es mi percepción de la interpretación que pudo hacer Sydney de las suyas.
Desde un punto de vista práctico, Sydney fue la salida del autor para salvar a los Evremonde y a los Manette de su destino, pues se pedía la muerte de alguien, y fue Carton quien decidió a propia cuenta, que ese fuera su destino. Ser sacrificado de tal manera, pedía del personaje estar enamorado a tal punto de dar la vida sin vacilaciones, y además, tener un motivo, como el de considerarse tan poca cosa, que era más valioso muerto que vivo.
El autor creó los motivos suficientes para que el personaje tomase la decisión que diera fin a su vida de esta manera, sin embargo, fue tan loable los actos a lo largo de su vida en la historia, que toma tanta simpatía, al punto de querer saber los motivos de su auto flagelo.
Cassie, en su mundo fantástico, indaga más en los motivos que en los actos dentro de su obra, por demás decirlo, parecidos a los de Sydney. No hubo por parte de Will intento alguno por impedir la boda de Jem con Tessa, a pesar de su confesión espontánea acerca de sus sentimientos hacia la última,  tal y como lo hiciera Sydney con Lucie.
También debemos agregar los sentimientos de Tessa por Will, distintos a los de Lucie por Sydney. En este mundo, quiso Cassie que Will fuese correspondido en la calidad e intensidad del amor, opuesto a lo que Lucie sentía Sydney,  un amor de amiga e incluso, compasivo. Este acto por parte de Cassie, fue un acto de justicia hacia Sydney, en mi humilde opinión.
No olvidemos a Charles Darnay, quien también era una gran persona, a pesar de tener una cuna maldita por sus propios compatriotas. Él también era digno de ser amado por la protagonista, lo cual fue plasmado por Cassie, referente a lo que sentía Tessa por James Carstair.
Debo confesar que, al finalizar Clockwork Angel, odié a Will Herondale, por la forma en que trató a Tessa. Luego, en el segundo libro, Clockwork Prince, amé a Jem, aunque tenía sentimientos encontrados con Will, sin embargo, a pesar de que lloré la confesión de amor entre Will y Tessa, pensaba que esta tomó la decisión correcta. Del último libro, resumo mucho al decir que lloré dos terceras partes del libro, incluyendo el epilogo. Cassandra demostró nuevamente ser una gran escritora, no solamente una escritora más de ficción.
Will Herondale es una de las posibles explicaciones a la vida de Sydney Carton, si le quitamos la parte de los demonios externos, dejando solamente a los demonios internos. También resulta el final feliz de Sydney, quien lo merecía.