Se dice que
el primer pecado fue el cometido por Eva al probar la manzana, y así querer ser
como Dios. En realidad el primer pecado fue cometido mucho antes, cuando, por soberbia,
se perdió una tercera parte de las huestes del cielo. La soberbia indujo a la
envidia, y esta, a la desobediencia.
Carlos era
el primer hijo de los Zamorano, un niño que desde muy temprana edad demostró ser
especialmente despierto y vivaz, por lo que pronto se destacó entre los chicos
de su edad, hecho que enorgullecía a su padre, pues estaba veía en su retoño, aquello
que consideraba había heredado de su parte. El pequeñuelo le gustaba los
deportes y era hábil con los números y las letras, sacando excelentes
calificaciones y destacándose en todo aquello que así se disponía.
No tardó la
familia en agrandarse, y cuatro años después de la llegada de Carlos, nació
Ernesto, quien resultaba ser un poco reservado y tímido. No le gustaban los
juegos muy violentos, y prefería quedarse horas meditando a solas. Así pues, mientras
Carlos se destacaba en los estudios de su primera infancia, Ernesto era muy pequeño
todavía para estar a los pasos de su hermano mayor. Carlos siempre demostró
mucho cariño por su hermano, y procuraba ser el ejemplo para este.
Cuando
Ernesto tuvo edad para hablar y razonar, que fue a una edad más temprana que la
de Carlos, resulto ser un gran conversador, sobre todo con gente adulta, pues
su elocuencia no era comprendida por niños de su edad. Todos se sorprendían por
su manera de expresarse.
A Carlos
esto no le molestó, pues seguía siendo el preferido de sus padres, pues a su
madre, a pesar de que amaba a sus dos hijos por igual, le exasperaba la timidez
exagerada de Ernesto, y su padre, quien también adoraba por igual a sus hijos, prefería
la vivacidad de Carlos. El primogénito así, no se sentía amenazado con ser
desplazado de su primer puesto, y vivía orgulloso del sitial preferencial del
que gozaba.
Llegó pues,
el tiempo en que Ernesto debía asistir al colegio, y para asombro de sus
padres, resultó tener mejores notas que su hermano mayor. Era el preferido de
los profesores, por lo cual se solicitó a sus padres determinar el grado de
inteligencia del muchacho, y resultó ser mucho más inteligente que Carlos, lo
cual trajo como consecuencia la admiración de su padre, pues consideraba que
este tenía mucho mas marcados los rasgos de su herencia genética.
Pronto
Carlos fue desplazado de la atención de su padre, quien giraba entorno a
Ernesto, su ahora favorito. Y aunque las preferencias de este último a no gustarle
los juegos ni los deportes, no habían cambiado, su padre consideró que no eran importantes
en comparación con los grandes beneficios de ser un pequeño genio, como en el
caso de Ernesto.
Carlos hizo
todo lo posible porque su padre le prestase la misma atención de antaño, pero
al no conseguirlo, comenzó a desarrollar envidia hacia su hermano menor.
Y la
envidia se convirtió en odio.
Como el
hermano mayor era su deber cuidar de su hermano menor, y asi Carlos procuraba
hacerlo, ya que sabía que al no hacerlo, su padre lo reprendería, y él buscaba
el amor de su padre, así que decidió hacer quedar mal a Ernesto. Cada vez que
estaban a solas y este ultimo requería la ayuda de su hermano, este le decía “a
mí nadie me ayudaba cuando yo tenía tu edad, yo no tenía hermanos mayores”, por
lo que el chico se ingeniaba de la mejor manera en sus deberes, destacándose
cada vez que se esforzaba, mucho más que Carlos a la edad de Ernesto, lo cual aumentaba
el odio del hermano mayor.
Un buen día
el padre de ambos chicos tuvo la necesidad de abandonar el hogar, pues escaseaba
el trabajo. Debía mudarse a otro país, por lo que ambos chicos quedaron bajo el
cuidado de su querida madre, que aunque adoraba a sus hijos, nunca entendió a
Ernesto, llevándose mejor con Carlos, quien se convirtió en su mano derecha.
No tardó
Carlos en aprovecharse de esta ventaja para manipular a su madre y ponerla en
contra de su hermano. Este se volvió indispensable para su madre, y a cada decisión
que esta tomaba, primero consultaba a Carlos, y este por su puesto ideaba
decisiones beneficiosas para él, en perjuicio del pobre Ernesto.
Como
tuvieron que cambiar a ambos niños de colegio, en su nueva escuela Ernesto ya
no era el bien amado por los maestros. Su nueva escuela traía nuevos rivales de
estudios, hijos de otros maestros, quienes estaban obligados a destacar en sus
lecciones, aunque esto significase fracasar a todos los estudiantes, con tal de
que estos tuviesen mejores notas. Y asi le ocurrió a Ernesto, quien estaba en
el mismo curso que Alberto, hijo de la maestra de primer grado y mejor amiga de
la maestra de Ernesto.
Y fue así
que mientras en su primera escuela era alabado por la manera que tenia de
declamar y expresarse, que en esta nueva casa de enseñanza, era humillado públicamente
por no tener elocuencia. En su clase favorita, matemáticas, en la cual fue
destacado y sobresaliente, resultaba que ahora solo sacaba notas apenas aceptables.
La madre de
Ernesto era llamada a menudo por la maestra de este, para reprenderla por el
poco interés de su hijo en sus calificaciones, y esta, en lugar de apoyar a su
hijo, era mal influenciada por su otro vástago, Carlos, quien le decía que su
hermano había perdido la ligereza de mente con los años, y que además se había convertido
en un flojo en la escuela. Entonces su madre lo castigaba y reprendía.
Fue así
como Ernesto comenzó a convertir en mas retraído de lo habitual. No procuraba
muchas amistades en su nuevo colegio, pues era un mundo distinto al que estaba
acostumbrado, y por ende, no entendía su manera de ser, de expresarse, de
conversar. Tampoco la biblioteca, lugar favorito de Ernesto, era tan extensa
como en su antigua escuela. Era objeto de burlas por parte de su hermano mayor,
por lo que el joven, que de por si resultaba tímido y reservado, ahora
resultaba mas retraído de lo usual.
Fue así
como Carlos se convirtió en el centro de todo para su madre, y su palabra se convertía
en ley para esta. También se aumentaba la brecha entre esta y su hijo menor,
quien era relegado a todas aquellas labores a las que Carlos tenia a bien no
hacer.
Un buen día
Ernesto, ya con edad para tomar cuenta de sus propios actos, decidió separarse
de la casa que tan triste le fue en su infancia. Se aventuro a vivir solo. Con esto
aprendió muchas lecciones, sobre todos en sus inicios, pues al no estar bajo la
sombra de su hermano, le tocaba destacar en la vida como el principal y el único.
Inició sus estudios universitarios. Al principio le fue difícil porque se
dejaba llevar por las ideas de otros, tal como era obligado a dejarse llevar
por las ideas de Carlos en su niñez. Se dio cuenta que no todo el mundo tomaba
buenas decisiones, así que decidió tomar el las suyas propias, de las cuales
encontró que muchas eran buenas, y las que resultaban malas, procuraba aprender
de ellas para no volver a ejecutarlas.
Como Carlos
no influenciaba más su vida ni su entorno, comenzó a experimentar por sí mismo,
y se daba cuenta de que podía tener aceptación de los demás, lo cual era bueno.
Perdió mucha de su timidez, atreviéndose a tomar decisiones que podían cambiar
el curso de su vida. Pronto se dio cuenta que podía ser fuerte y firme. Empezó a
olvidar su timidez y cohibición. Llegó a ser una persona determinada, decidida
y destacaba por ello. No le importaba si la gente lo aceptaba o no, daba por
hecho que en un principio no lo harían, por lo que aprendió a utilizar el poder
del convencimiento, lo cual fue un arte que poco a poco dominó.
Tenía las
cualidades de un gran líder.
Un día Ernesto
regresó al hogar de sus padres, quienes ya se habían unido, como la familia que
eran, pues su padre había adquirido fortuna en el extranjero. Ahora, en su
calidad de analista del comportamiento humano, pues esta es una de las
cualidades que debe desarrollar un buen líder, se pudo dar cuenta de todos los
males que aquejaban a su familia, todo por la mala influencia que resultaba su
hermano Carlos. Este manejaba a su madre a su antojo, haciéndola cometer muchos
errores.
Fue cuando
Ernesto decidió intervenir en todo esto. A cada mala decisión tomada por
Carlos, Ernesto procuraba indicarle a su madre acerca de los fallos de estos. Como
la madre no le prestaba atención, se cumplía lo que Ernesto vaticinaba, y en consecuencia un “te lo dije”, era
pronunciado por la boca de este. Pronto su madre comenzaba a prestarle más atención
a los consejos de su hijo menor.
Con
respecto a su padre, quien nunca entendió la partida de Ernesto, seguía procurando
sus cariños como antaño lo hiciera, encontrando en su hijo menor a una persona
que sabia escucharlo, no como su primogénito, quien prefería ser escuchado.
Ernesto
consiguió ganarse un sitial en la vida de su madre, como nunca antes lo había hecho,
y con su padre, volvía a ocupar el que siempre tuvo. Esto para él resultaba
satisfactorio, mas no motivo de vanidad, pues no estaba acostumbrada a ella, ya
que, al creerse inferior durante la mayor parte de su vida, este sentimiento no
hizo raíces en su corazón.
Con
respecto a Carlos, al no tener ya el sitio al que estuvo acostumbrado en su
casa, y al darse cuenta que ya no lo volvería a tener, se lo procuró en otras
partes, pero como su primer sentimiento era ser superior, haciendo que todos
los demás le hicieran reverencia, despertaba la antipatía de los demás, y por
efecto, poco a poco se ganaba el odio de todos, por lo que sus planes no tenían
frutos. Al ser una persona intrigosa, como estaba acostumbrado hacer con su
madre, sus conspiraciones lo envolvían, ganando así enemigos donde quiera que
fuera.
Mientras
Ernesto se procuraba un puesto destacado donde quiera que iba, su hermano hacia
exactamente lo contrario, generando odios a largo plazo.
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