Sarah Andrea no llegó, en su lugar vino un precioso regordete, de hermosos hoyuelos y ojos color avellanas llamado Andy. Es quizás mucho más parecido a Mike que el propio Miky, pero en cuanto a su manera de actuar y de hacer las cosas es igual a mí.
Juro que adoro a mis dos hijos por igual,
pero Andy es mucho más apegado a mí que mi primer hijo, por eso mucha gente
piensa que lo quiero más a él, pero no es así, es solo que tienen
personalidades diferentes. Mientras Miky se dedica a armar rompecabezas y
bloques de construcción, Andy es más dado ayudarme en todos mis quehaceres.
Siempre está pendiente de todo lo que yo hago, es mucho más sensible y le
afecta todo lo que le rodea. Es muy aseado y ordenado, sus cuadernos del
colegio son los más pulcros de todos, es un ejemplo para toda su clase.
Y aun así jamás he entendido por qué Mike
siempre le ha tenido algo de recelo. ¡Es su hijo! Tan igual a él, que parece su
clon. Y mientras Andy solo se dedica a adorarlo, Mike no hace sino echarlo a un
lado cada vez que puede. Dice que es algo "refinado", dando a
entender que en mi hijo hay algún defecto.
Nunca se ha atrevido a decirme abiertamente
cual es el defecto que le encuentra, aunque no lo entiendo, cualquiera querría
un hijo como Andy, serio, responsable, detallista, meticuloso, estudioso,
ordenado, es un modelo de hijo. Y no es que sea mejor que Miky, quien es un
buen estudiante, aunque no el mejor, y quien se destaca en todos los deportes,
desde casi el jardín de infancia, cuando Mike y yo asistíamos a esas mini
ligas, que más parecían una carrera por la pelota, que un verdadero partido. Siempre
llegaba de primero a la portería.
Todo este tiempo me ha dolido que su propio
padre rechace uno de mis hijos. Yo no hago distinción jamás entre uno y otro.
Tal parece que el amor de un padre tiene más límites que el de una madre. Esto
creó cierto resentimiento entre los dos, provocando que nos distanciáramos,
casi desde que Andy comenzara a caminar. Si él no quería a uno de mis hijos,
tampoco yo lo pensaba soportar. Y por cada desaire echo a mi Andy, se abría un
poco más la brecha que existía entre los dos.
Por supuesto que yo seguía cumpliendo con
mis labores de casa y de madre, pero en lo referente a mis deberes de esposa,
pues se convirtieron en eso, en deberes. Ya no disfrutaba de nuestros momentos
de intimidad como en un principio.
El fuego se fue apagando. Yo siempre cumplí,
incluso cuando tenía mis sospechas de que tenia a otra. Ni una sola vez dejé de
complacerlo, me convertí en una verdadera actriz, sobre todo cuando él me hacia
algún reproche de que no me sentía vibrar de placer, y era cuando hacia mi
mejor interpretación.
Pero, por cada vez que teníamos intimidad,
mas resentimiento guardaba hacia él, porque me sentía usada, como si yo fuera
el cuerpo solamente, mientras mi alma era anulada casi por completo. Pero debía
hacerlo, no podía perder mi matrimonio. Era lo más importante en mi vida, mi
marido y mi hermosa familia se vendría abajo si yo no sabía llevar mi rol de
esposa. Yo tenía que ser la mujer ejemplar en todos los aspectos, siempre. Así
fue mi madre y mi abuela, y así debía ser yo.
Un día Mike
llegó a casa con una excelente noticia, lo habían ascendido de puesto en
su compañía, aumentándole el salario a casi el doble de lo que ganaba en ese
momento. Solamente había un pequeño detalle, el trabajo era en otra ciudad, por
lo que debíamos mudarnos a una casa pagada por la empresa, la cual incluía una
domestica que se encargaba de la limpieza y de administrar los pagos de los
servicios.
A decir verdad ambos fuimos ascendidos, el
a jefe de sección, y yo a ser una verdadera ama de casa.
No sería más la esclava.
Eso me daba más tiempo para dedicarle a mis
hijos y a mí misma, así que decidí que era tiempo de volver a ser aquella chica
que ganó el concurso a reina de mi pueblo, por lo que me inscribí en un gimnasio.
Me involucré tanto en los ejercicios, que
incluso llegué a competir en ciclos de aeróbicos, hasta ganar algunos premios.
Mis hijos eran los mejores en todas las actividades, y estudiantes ejemplares,
aunque claro, Andy destacaba un poco más que Miky.
También mi deseo por estar con mi marido
mejoró con los ejercicios, no sé qué tiene que ver una cosa con la otra, pero
mi apetito sexual aumentó; aunque no fue así para Mike, a quien veía desanimado
en esa parte, alegando que el trabajo lo dejaba exhausto.
Yo lo justificaba, después de todo ya casi
ni lo veía, se iba temprano en las mañanas y llegaba a casa hasta tarde. A
veces lo cuestionaba acerca de si todo esto valía la pena, y él me enumeraba
todo lo que teníamos, una casa mas grande, la calidad de la educación de
nuestros hijos había mejorado, y yo no me veía malhumorada como antes, es más
me alagaba diciéndome que lucía más radiante cada día.
Así que decidí que si él lo veía todo bien,
yo iba a procurar que el también estuviera bien. Me dediqué a buscarle toda
clase de remedios saludables, dietas que aumentaban la energía, comidas bajas
en colesterol, lo obligaba a que hiciera al menos quince minutos de ejercicio
al día, y para ello le hice un pequeño gimnasio en la casa, con una cama de
alzar pesas. Hasta le hice una rutona de ejercicios, primero los ejercicios cardiovasculares
y luego las pesas.
Un día, mientras me encontraba en el
gimnasio, recibí una llamada anónima, de alguien que decía que debía correr a
la casa ya que mi marido estaba con otra.
Salí despavorida, no me importó estar en
ropa de ejercicio, no pensé en ningún momento en que mi ropa de cambio seguía
en el casillero, ni mucho menos perder la sesión de masajes que había
programado desde hacía una semana. Solamente había un pensamiento rondándome
"en mi propia casa, donde viven nuestros hijos".
Cuando llegué fui directamente a nuestra habitación,
sin siquiera ver donde se encontraba la domestica, si él estaba haciendo algo
como esto, de seguro le habría dado la mañana libre. Pero no encontré en
nuestra habitación, incluso la cama estaba arreglada, sin muestras de que allí
se hubiera dormido la noche anterior, por lo que me sentí aliviada de que fuese
una falsa alarma, sin embargo, verifiqué en todas las habitaciones, por si el
muy cretino se le hubiese ocurrido mancillar las camas de nuestros hijos, pero también
estaban Inmaculadas. Con alivio fui en busca de un vaso de agua y me senté en
una de las sillas del comedor. Si corazón volvía a su ritmo normal.
¿Cómo se me pudo haber ocurrido hacerle caso
a una llamada anónima?
Mike no haría eso, no en nuestro hogar.
Tomé otro par de minutos, mientras me reía
de mi estupidez, decía yo en aquel momento, justo en el instante en que decidí
ir a terminar mi rutina en el pequeño gimnasio de la casa.
Y fue allí donde los escuche. Me acerqué
cuidadosamente para que no me descubrieran.
Los dos estaban revolcándose justo encima
de la cama para levantar pesas, el acostado con una mujer encima de él, nada más
y nada menos que la doméstica, quien no paraba de gemir y de llamarlo por su
nombre.
Yo no pude soportarlo y les grité todo lo
que pasaba por mi cabeza. A la maldita domestica la agarré por las greñas y la
saqué a rastras por la puerta de enfrente, casi desnuda, mientras él me gritaba
el clásico "no es lo que tú piensas, mi amor".
Las lágrimas salían de mis
ojos como si fueran dos cascadas. No estaba pensando, así que hice lo primero
que me pasó por la mente, hice mis maletas y me largué con Mike tratando de
detenerme.
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