El día de ayer me tocó ser testigo de una
de las historias que me han conmovido en mi vida, y no lo digo solamente porque
lo que tuve que leer acerca del pasado del chico del que a continuación relataré,
sino además por las razones que lo llevaron a tener que contar toda su vida.
Yo estaba en el Tribunal Electoral
investigando referente a mis propios antepasados, de los cuales creía, habían sido
tan crueles como negligentes, cuando se me acercó una joven a solicitarme el
favor de que le leyera un acta de un chico que no tendría algo más de veintes años,
que no sabía leer ni escribir, situación que me extrañó completamente, porque
este muchacho residía en la ciudad de Panamá, donde es obligatoria la escuela
primaria, al igual que en el resto del país, y en donde existe una escuela pública
en cada esquina.
Al iniciar la lectura, me entero que el
joven no conocía a ninguno de sus padres, que le habían dicho el nombre de su
padre, pero que de su madre no sabía ni el nombre ni donde residía. Que él se había
criado con una señora que tenía cinco hijos, la cual decía era su tía paterna,
y quien residía en uno de los barrios más pobres de la ciudad capital.
No había ido a la escuela porque ninguno de
sus padres lo inscribió en el registro público de su pueblo natal, del cual le habían
dicho era uno que se encuentra en el corazón del Darién, que es una de las
provincias menos desarrolladas de Panamá.
Fue traído de aquel lugar desde los dos años de edad, y desde entonces
no había vuelto a aquel sitio.
Se ganaba la vida con un señor que lo empleó
en el Mercado de Abasto de la Ciudad de Panamá, como cargador de mercancía. Su
padre, a pesar de que este chico vivía con su hermana, jamás se tomó la
molestia de hacer contacto con él, y le habían contado que era colombiano.
Esta historia me desgarró el alma, no
solamente porque hizo volar mi imaginación, pensando en todas las veces que
este muchacho pudo haber sido timado por no conocer lo básico, leer, escribir y
hacer cuentas, sino por la innumerable cantidad de veces que debe haber sido
llevado en una patrulla por no poseer papeles, ya que por ser parte de uno de
los barrios más bajos de Panamá, y además con la atenuante de ser un chico de
raza afroantillana, que no había aprendido siquiera a tener buena expresión y dicción
en su manera de hablar, ha debido desde hace mucho ser víctima del acoso de las
autoridades, no por lo que haya hecho, sino por su imagen en general.
Pero lo que más me entristeció de todo esto
era el motivo que lo llevó a hacer todo ese papeleo. Quería ir a reconocer a su
hija recién nacida.
Me conmovió porque no quería que la misma
negligencia y crueldad que se cometió con él, no se efectuara con sus hijos.
Este muchacho no tenia escuela, no sabía leer ni escribir, ni mucho menos podía
considerarse un gran letrado ni mucho menos, y vivió con toda clase de
privaciones, no solamente porque vivía en una casa con cinco chicos y chicas
que no eran sus hermanos, sino que le faltó sentir el amor de sus verdaderos
padres, que Dios los perdone, pero había algo que si tenía, consciencia.
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