domingo, 1 de julio de 2012

TE TOCA


Cuando éramos pequeños, y teníamos varios hermanos, usualmente nuestra madre se encargaba de distribuir las tareas del hogar, por ejemplo, a la hora de comer, alguien colocaba poner la mesa, alguien se encargaba limpiarla, y otra persona era la que fregaba los platos. Usualmente, los hermanos que se creían más inteligentes que los demás buscaban la manera de eludir las tareas más tediosas, como en mi caso, el fregar.
Más tarde, y cuando sigues en la misma casa de tus padres y justo antes de tomar tu propia familia (si, esa etapa en la que trabajas, pero tus padres te siguen manteniendo, ¡Yupi!), las tareas son, según sea el caso, pagar las cuentas de la casa, o encargarse del mantenimiento del jardín (en otras palabras, tomar el machete y desherbar), o pagar ciertos lujos, como por ejemplo el cable, por decir algo.
Pero con el correr del tiempo, llega esa etapa de tu vida en la que formas una familia, y en conjunto con tu pareja se encargan de las diferentes actividades de la familia, como que alguien se encarga de pagar la casa, y otro se encarga de pagar los servicios, uno se encarga del colegio de los hijos, y el otro se encarga de que los chicos vayan bien en la escuela
¡Si, el halarle las orejas bien duro para que mantengan un buen promedio y puedan ir a la universidad!
Pero hay personas (mi caso), que simplemente nos toca hacer todo, es decir, todo, pagar las cuentas y además de eso, hacer la limpieza, el supermercado, y hasta regar una que otra matita cuando la vemos que está a punto de marchitarse. El usar el término “te toca” hacer esto o aquello simplemente no tiene sentido, porque si no friegas los platos ahora, más tarde no tienes donde comer, si no te encargas de lavar la ropa, pues sencillamente no tienes con qué vestirte. En pocas palabras, esa parte de vivir en comunidad familiar se pierde.
Para mí esto no es una pérdida de algo necesariamente indispensable, más bien pienso que es una característica que te define como persona independiente, y en cierto sentido lo veo como una algo que tiene que adquirir toda persona que vive sola. O lo haces o asumes las consecuencias.
Esto también va de la mano junto con el hecho de que ya no puedes culpar a nadie por lo que se hizo o se dejó de hacer. Algo típico que me pasó el primer año de vivir sola, es que no encontraba las llaves de la casa. Dos veces la administradora de mi edificio me llamó porque un vecino caritativo se percató de que el juego de llaves estaba pegado a la puerta, pero por razones de seguridad prefería quedar en el anonimato.
¿A quién le iba a echar la culpa de que las llaves se quedaran toda la noche puestas en el pomo?
Desde allí comencé a tener el hábito de mirar a mí alrededor antes de salir o entrar en un lugar.
Otro punto importante de esto es que, una vez perdida las costumbres de “te toca o me toca”, la de “esto pasó por culpa de fulano o mengano”, muy difícilmente las vuelves a recuperar, y mucho más importante, procuras que nadie a tu alrededor te las imponga. Es molesto cuando alguien viene a la casa y dice “yo me encargo de esto y tú haces lo otro”, porque cuando es tu turno, simplemente lo haces todo y se acabó.
Ya eso de dividirse las tareas queda totalmente atrás, como parte de la vida en la casa de tus padres, que es el lugar donde, entonces, realmente lo aplicas, como el caso del día del padre, en la cual mis hermanas y yo nos dividimos las tareas (¡si, como cuando mi mamá lo hacía!), solo que en este caso, todo el mundo cooperó sin protestar.
Hago la aclaración, aplicable si y solo si es en casa de tus padres, en tu casa el que comienza a hacer algo lo termina, y por lo general esa persona eres tú, y no lo digo de manera prepotente, simplemente es que tu estas enfocado de esta forma.
Puedo agregar a esto que esta parte de “te toca” es la que genera la mayor parte de los conflictos familiares. En los hijos por ejemplo, unos escogen fregar unos días, y los otros escogen barrer y trapear. La discusión surge cuando el hermano que se cree más inteligente trata de confundirte tranzando sus deberes unos días por otros y, creyendo que tú no llevas la cuenta, busca la manera de enredarte. Al final discuten tanto que se dejan de hablar, provocando que tu madre los castigue a ambos por no hacer sus deberes.
Igual pasa cuando se nos olvida donde dejamos las cosas y pensamos “si, ese tuvo que ser fulano, por lo que pasó ayer cuando no quise fregar los platos”, cuando en realidad el objeto (llámese en este caso cepillo, para efectos prácticos), se cayó detrás de la cama, en esa esquina donde tú no buscas jamás. Son las típicas discusiones estériles que no te llevan a ningún lado.
¿Y qué decir de los matrimonios? Cuando la mujer (y que conste que utilizo mi genero, porque si hablo del otro, los ejemplos son escandalosos), calculó mal en el costo del par de zapatos de la marca “X”, los cuales hacen juego con el bolso marca “Y” que se compró la quincena pasada, y que no podía dejar de comprarse porque en la oficina debe mantener su “status quo”, lo cual se repite quincena tras quincena, y lo compensamos dejando de pagar el agua. Luego, cuando pasa el carrito que dice en letras rojas “CORTE DEL SERVICIO” a la casa para hacer lo propio, no sabe qué fue lo que pasó, generando más discusiones estériles en la pareja.
No quiero que se malentienda. Yo no estoy diciendo que es mejor vivir solo porque hay menos discusiones. Lo que estoy diciendo es que en muchas ocasiones el tema “TE TOCA/ME TOCA”  es el motivo de mayor discusión, cosa que puede evitar si todo el mundo supiera cuáles son sus deberes y por qué tiene que priorizarlos. Y también el atribuir obligaciones a fulano o mengano, sin que estos lo sepan, al final crea asperezas tontas.
En el caso de las tareas del hogar, debería prevalecer el hecho de que si no lo haces, simplemente te perjudicas tú a la larga (A ver, ¿quién es la que no se va a poder bañar por falta del servicio de agua?).
¿O quién es el que se perjudica por echarle la culpa a los demás porque tu simplemente no te acordaste de algo? (¡Si, el cepillo lo encontraste el fin de semana siguiente, cuando barriste detrás de la cama, y es entonces cuando te arrepientes de haberle dicho esa montaña de palabrotas a fulano!). 
Actuar con madurez es la clave de todo.

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